Presentado el libro ‘La trampa del suicidio. Aproximación psicológica, ética y teológica’
Los profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca Alfonso Salgado Ruiz, decano de la Facultad de Psicología; Román Á. Pardo Manrique, decano de la Facultad de Teología; y Francisco García Martínez, profesor de Teología, han presentado esta mañana el libro ‘La trampa del suicidio. Aproximación psicológica, ética y teológica’, en el Aula de Grados de la Universidad.
El libro es fruto de una mesa redonda organizada por el Centro Diocesano de Escucha San Camilo, de la diócesis de Burgos, en la que se abordó la pluralidad de la conducta suicida desde los puntos de vista psicológico, ético y teológico. Reúne, por tanto, reflexiones sobre el suicidio de profesores de distintas áreas y plasma así el servicio que los profesores de la UPSA ofrecen desde el ámbito académico a la vida pastoral de las diócesis, atendiendo a las necesidades de la Iglesia y de la sociedad civil de España.
En su intervención, el profesor Román Á. Pardo Manrique ha presentado su reflexión como un ejercicio de intentar comprender él mismo “la complejidad del suicidio y el modo en que la comunidad eclesial lo ha entendido a lo largo del tiempo; así como las razones filosóficas y teológicas que acercándose a la conducta suicida no pueden reconocerla como una solución”.
Sin embargo, su reflexión también le ha llevado a descubrir diversas adherencias históricas que han ayudado a crear un estigma social alrededor del suicida y de sus círculos relacionales más cercanos. “En este sentido, el avance de las ciencias humanas y de la teología nos ha conducido hacia una mayor comprensión de los numerosos condicionantes posibles que intervienen en la conducta de la persona suicida y de su conexión con el Misterio Pascual, donde un condenado es el Salvador y en su Nombre se hace memoria de toda la humanidad”, ha expuesto el decano de Teología.
Aproximación psicológica
A continuación, el profesor Alfonso Salgado ha explicado qué debemos entender por conducta suicida y sus diferentes manifestaciones, a la vez que ha comentado algunos factores de riesgo y protección tanto personales como contextuales, aludiendo a algunos modelos etiológicos específicos sobre conducta suicida y los determinantes que favorecen el tránsito de la ideación suicida al plan y de este al acto suicida.
El profesor Salgado ha comenzado aclarando términos, explicando qué es el comportamiento suicida, que “no son las ideas acerca de la muerte que muchos podemos tener en determinados momentos, ni siquiera es conducta suicida desear la propia muerte, ni tampoco una reacción que a veces es accidental y que trae como consecuencia la muerte. El suicidio es una conducta operante, intencional, voluntaria y muchas veces planificada y diseñada, que pretende, paradójicamente, a través de la muerte poner solución a los problemas de la vida, dejar de vivir tan mal como lo está haciendo o anticipa que lo va a hacer”.
El decano de Psicología ha justificado el título del libro –La trampa del suicidio– señalando que “pensar el suicidio como una forma de solución es una idea tramposa, no porque diga mentiras, sino porque no dice toda la verdad” y ha añadido que “a los psicólogos no nos interesa tanto qué forma encuentra una persona para hallar la propia muerte, sino qué pretende con ello, es decir, la función del suicidio, no la forma”.
Tras compartir algunos datos sobre el suicidio en España (más de cuatro mil el año pasado), el profesor Salgado ha finalizado su intervención comentando algunos datos sobre los supervivientes y las estrategias de prevención.
Por último, el profesor Francisco García ha resaltado que la perspectiva teológico-espiritual para afrontar el tema ha cambiado, “ya que se ha tomado conciencia de que, en la mayoría de los casos, el suicidio presupone un oscurecimiento de la mente y un debilitamiento de la voluntad que limita tanto la lucidez como la responsabilidad sobre este hecho, que objetivamente es un mal”.
García Martínez ha añadido que “esto supone que sería a Dios a quien corresponde explicar una creación en la que la contradicción de la vida puede llegar a este extremo, que ya no se puede achacar sin más al pecado subjetivo”. Ha finalizado señalando que “es aquí donde es necesario recuperar ese aspecto de la revelación en el que se ca cabida a la experiencia de los creyentes que sufren injustamente y quedan al amparo de un Dios que apenas es reconocible en la experiencia histórica, pero que se ofrece como espacio ancho donde esta queda inscrita y rehabilitada, algo que se celebra fundamentalmente en la eucaristía”.