Mons. Francisco José Prieto Fernández: "El cristianismo no empezó como una realidad perfectamente acabada, fue el resultado de un proceso largo y complejo”

Hay personas que no pueden vivir sin fe y que dedican toda su vida a ese propósito. Monseñor Francisco José Prieto es un ejemplo de ello, promoviendo la sinodalidad vivida, no solo pensada, a la cabeza de la histórica Archidiócesis de Santiago de Compostela. Monseñor Prieto valora la sinceridad “sin máscaras” y detesta los prejuicios del ser humano, que no permiten conocer la verdad del otro. Es experto en la representación de Jesucristo en los orígenes del cristianismo, y, aunque tiene en cuenta este pasado, trabaja para el futuro, con el objetivo de generar una nueva cultura eclesial y misionera en su iglesia.

Pregunta (P): En 2008 defendió en la UPSA la tesis doctoral ‘La Polimorfia de Cristo’ y su uso en la Literatura Cristiana Antigua. ¿Qué le reveló este profundo análisis sobre las manifestaciones de Jesucristo, respecto de lo que había estudiado en los estudios de Teología previamente?

 

Repuesta (R): Me permitió una aproximación extensa e intensa a la Literatura Cristiana de los tres primeros siglos: bíblica, patrística y apócrifa. La gran cantidad de textos que tuve que revisar y analizar fueron la ventana para asomarme a la extraordinaria riqueza y variedad de identidades que podemos reconocer en los orígenes del cristianismo. Una pluralidad de líneas que nos permiten hablar de “los cristianismos de los orígenes”, dada la complejidad de contextos y perspectivas, superando visiones ingenuas e idealizadas, o interpretaciones conspirativas y agresivas (fraude o tergiversación). El cristianismo no empezó como una realidad perfectamente acabada y definida desde el principio. Fue el resultado de un proceso relativamente largo y complejo, que tuvo sus raíces e impulso inicial en Jesús de Nazaret, confesado como el Cristo.´

 

(P): En Orígenes, el Señor se mostraba a los discípulos con pluralidad de rostros, según la capacidad de cada uno para contemplarlo. ¿Cómo se muestra Jesús en la actualidad del siglo XXI?

(R): Jesucristo, al que reconocemos como el mismo ayer, hoy y siempre, es el rostro encarnado y visible del Dios misericordioso. Como dice Olegario González de Cardedal, Cristo es la trasparencia de Dios hacia el hombre y a la vez la trasparencia del hombre hacia Dios. Y se transparenta de modo desconcertante y escandaloso porque en el camino del despojo y de la cruz nos abrió y mostró el camino de la vida definitiva. Hoy, ese camino, tomó la ruta de los excluidos, de los migrantes, de los olvidados, de los maltratados. ¿Sabremos mostrarles el camino que salva y sana, que conduce a la verdadera vida? Benedicto XVI dijo que "cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios" (Deus caritas est 16). Tenemos delante a Jesús y, tantas veces, no lo vemos.

 

(P):¿Qué recuerda de su paso como alumno en el Instituto Teológico ‘Divino Maestro’ de Ourense, centro adscrito a la Facultad de Teología de la UPSA?

(R): Son recuerdos de un alumno que en el año 1985 llega al Seminario Mayor de Ourense para cursar el viejo COU y, después, los seis años de estudios eclesiásticos. Pero, sobre todo, es el agradecido recuerdo como profesor durante más de 25 años (desde 1995 al 2021). Los rostros de tantos profesores y seminaristas; las aulas y pasillos que albergaron muchas horas de clases; el bullicio de tantas celebraciones y fiestas… Todos ellos son el mosaico de muy vivos recuerdos. En mi vida sacerdotal, mi tarea docente en el Instituto Teológico ‘Divino Maestro’ de Ourense fue el destino o misión pastoral que me acompañó siempre en mis años como sacerdote de la diócesis ourensana.

 

(P): Desde su nombramiento como arzobispo en abril del año pasado, ¿Cuál es su mayor prioridad al frente de la Archidiócesis de venerable antigüedad, como es la de Santiago de Compostela?

(R): En nuestra extensa geografía diocesana, con 1.070 parroquias, sumado a la edad y escasez de los sacerdotes, y de los agentes de pastoral en general, es necesario y urgente configurar una nueva distribución territorial y estructural de toda la pastoral diocesana que refleje una nueva relación entre los fieles y el territorio.

 

Estamos ante un cambio de mentalidad que no será fácil de asumir porque supone romper con esquemas e inercias aprendidas y cristalizadas: dispuestos a un trabajo en común; dispuestos a entender la responsabilidad como corresponsabilidad; dispuestos a una sinodalidad vivida (no solo pensada) al servicio de nuestras comunidades cristianas. Pero, sin ser ingenuos, un cambio estructural comienza con la conversión personal para que generemos, en actitudes y gestos, una nueva cultura eclesial y misionera. Debemos preguntamos sinceramente por la motivación que nos anima. Y no ha de ser otra que la que nos recuerda san Pablo VI: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN 14).

 

Fotos cedidas por la Archidiócesis de Santiago de Compostela.