José Ramón Yela: “Con la práctica continuada de 'mindfulness' las personas aprenden a ser más bondadosas, menos autocríticas y a vivir el presente”
La compasión, la aceptación y la atención plena son tres pilares que han definido la carrera académica y personal de este guipuzcoano, dedicado 36 años a la Universidad. José Ramón Yela disfruta de conducir para descubrir nuevos rincones donde la naturaleza es la protagonista, y perderse por senderos, para posteriormente plasmarlo en sus pinturas. Valora la buena voluntad de las personas, la cercanía y las relaciones personales, huyendo de los que buscan un afán de protagonismo desmesurado. Es catedrático de la Facultad de Psicología y ha dedicado gran parte de su labor investigadora a los efectos beneficiosos para la salud que conllevan la práctica de mindfulness y de la autocompasión. Actualmente, con su equipo, se encuentra inmerso en un proyecto nacional, cuyos resultados saldrán a la luz en 2025.
Pregunta (P): ¿Qué cualidades debe tener un psicólogo?
Respuesta (R): Tiene que ser una persona sensible al sufrimiento de otras personas; si nos referimos a un psicólogo clínico, una cualidad importante es estar orientado hacia la ayuda a los demás cuando tienen dificultades. Una persona sensible, con capacidad de empatizar; también es necesario tener una formación sólida que guíe tu práctica profesional y una buena dosis de entusiasmo y perseverancia en este afán. La conjunción de estos elementos puede ser una buena combinación.
(P): ¿Qué sería del mundo sin la atención psicológica profesional?
(R): La Psicología como Ciencia es relativamente reciente. La humanidad ha dado pasos adelante sin que existiera la figura del psicólogo. A pesar de ello, siempre ha habido en todas las culturas alguien que ha desempeñado una función similar. En los tiempos que corren parece que en España se pone de manifiesto que el psicólogo tiene que formar parte activa de la oferta sanitaria que existe a disposición del ciudadano. Las cifras nos dan una idea real de las necesidades: la media de psicólogos europea es de 18 por cada 100.000 habitantes, mientras que en España estamos en 6. Por tanto, habría que triplicar la plantilla de psicólogos clínicos que están en el sistema de salud público porque los psicólogos son necesarios. Para ello resultaría muy útil contar también el ámbito público con los Psicólogos Generales Sanitarios, que ahora sólo pueden ejercer en la práctica privada. En algunas Comunidades Autónomas ya se están incorporando a los Centros de Atención Primaria, que es donde realmente cumplen una función muy importante.
La experiencia de aislamiento y soledad vivida en la COVID y el uso abusivo de dispositivos móviles pueden ayudar a entender el incremento llamativo de problemáticas en adolescentes y jóvenes relacionadas con la ansiedad, depresión, ideación suicida y sensación de soledad. Hoy en día, más que nunca, estamos en un momento en el que la sociedad percibe que el psicólogo es necesario y, realmente, coincido en esta idea porque los jóvenes de hoy son los futuros adultos. Aprender o intentar solucionar esas dificultades derivadas de lo que les ha tocado vivir es un desafío que merece mucho la pena. No solo la práctica profesional de los Psicólogos Clínicos en el sistema público es la que tiene que dar respuesta a esa necesidad, sino también la práctica privada que ejercen los Psicólogos Generales Sanitarios. No obstante, como ya he comentado, lo ideal es que cada Comunidad Autónoma vaya facilitando que los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades a la hora de acceder a servicios públicos que ayuden a solucionar sus problemas psicológicos en el escenario al que acuden en primer lugar, que son los Centros de Salud.
(P): Usted con su equipo es referente internacional investigando sobre los beneficios de mindfulness ¿Qué conclusiones puede aportar hasta ahora sobre sus efectos?
(R): Justamente hace un año, en la Semana de la Ciencia de 2022, presentamos a la comunidad universitaria la noticia de que habíamos conseguido un Proyecto Nacional de Investigación I+D+i para poder investigar durante 3 años los efectos de practicar mindfulness. El estudio tiene dos partes. En la primera, queríamos hacer una fotografía de cuáles eran las características psicológicas de una muestra total de 60 personas constituida por grupos que llevan practicando mindfulness y autocompasión durante 10 años, otros durante 9, 8, 7, 6, 5… En total, 60 personas que llevaban entre uno y 10 años de práctica y ver cuáles eran los beneficios derivados de esa práctica y sus efectos.
La segunda parte del proyecto consiste en poner en marcha dos programas de entrenamiento de mindfulness diferentes y animar a las personas a seguir practicándolo durante un año, que es lo que estamos haciendo ahora. Estamos en noviembre de 2023 y, en febrero de 2024, hará un año que semanalmente estas personas continúan recibiendo entrenamiento; lo que queremos estudiar es el efecto de esta práctica continuada porque, no se ha estudiado de forma tan sistemática tan a largo plazo. De este segundo estudio aún no tenemos datos.
Sobre el primer estudio, tenemos algún dato preliminar. También queremos estudiar el efecto de estos entrenamientos sobre la salud, en concreto sobre marcadores de actividad inflamatoria de bajo grado, pero aún no hemos llevado a cabo el análisis de estos datos. Una primera aproximación a los resultados nos dice que la práctica continuada de programas mindfulness y de autocompasión produce numerosos beneficios sobre el bienestar psicológico de las personas. Por ejemplo, esa práctica continuada está asociada a aprender a ser más compasivo con uno mismo, es decir, a ser más bondadoso y menos autocrítico cuando se tienen dificultades. En segundo lugar, aprender a no sentirse avergonzado y aceptar que tener dificultades no es algo raro que “sólo me pasa a mí”, sino que forma parte de la vida, lo que se llama “humanidad compartida”; y en tercer lugar, aprender a abrirse a sentir lo que se esté sintiendo en un momento dado sin evitarlo, con aceptación desde el momento presente, con una actitud de atención plena o mindfulness.
Además de esto, -que ya es interesante en sí mismo-, la práctica continuada de mindfulness y autocompasión esta correlacionada significativamente con el incremento en la experiencia de sentido en la vida, el incremento de la activación conductual, la mejora de las emociones positivas, el aumento en la sensación felicidad subjetiva y en flexibilidad psicológica. Los resultados también indican que un factor determinante es la frecuencia con la que las personas practican estas estrategias a lo largo del tiempo, que también está asociada con una disminución en niveles de ansiedad, de estrés percibido y de la evitación experiencial.
(P): ¿Qué carencias existen en el sistema de salud mental y en el que la Psicología puede ser un elemento a tener en cuenta?
(R): No hay personal suficiente. Tenemos que ponernos al menos en la media europea de profesionales. No solo de psicólogos; sucede lo mismo con los psiquiatras y con las enfermeras de salud mental. Es un sector que, hasta ahora, no se le ha prestado demasiada atención, pero es obvio que el clamor popular de la ciudadanía lo pide, porque todo el mundo tiene mucha conciencia del incremento de la incidencia de problemas psicológicos en la población.
Una dificultad especial con la que siempre nos encontramos los profesionales de la psicología del ámbito de la intervención es que nuestra metodología de trabajo no encaja con la de los profesionales sanitarios especialistas en distintas patologías. Aquí voy a ser un poco crítico -creo que tengo motivos para serlo-: cada vez hay más psicólogos que entienden que los problemas psicológicos no son enfermedades. En muchas ocasiones, se emplea el concepto de enfermedad mental para referirse en términos globales a todo lo que no es enfermedad física; sin embargo, ese enfoque no encaja con lo que hacemos los psicólogos con la inmensa mayoría de personas que buscan ayuda en nuestras consultas. Gran parte de las dificultades de las personas y sus problemas no son enfermedades, son problemas psicológicos y, para intentar ayudar a resolverlos, los profesionales de la psicología necesitamos un marco temporal de trabajo distinto al habitual en una consulta médica, que permita entrenar estrategias y técnicas para que la persona aprenda a regular sus emociones, tomar decisiones importantes en su vida, aprender habilidades de manejo interpersonal y conectarse así con otras personas, regular el uso adictivo de sus dispositivos móviles, etc. Eso exige que necesitemos más tiempo para trabajar con los problemas psicológicos de las personas y que no podamos hacerlo con garantías de éxito si las consultas se dilatan meses porque no hay profesionales suficientes. Esto impide que los profesionales de la psicología puedan emplear los tratamientos psicológicos de elección en la problemática concreta, que han demostrado ser eficaces y que tienen apoyo empírico. Es un desafío, un reto, que estoy seguro que podrá ir resolviéndose poco a poco. Una alternativa sería utilizar en Atención Primaria tratamientos psicológicos en grupo con apoyo empírico, que también los hay para problemáticas más generalizadas. Un buen ejemplo sería utilizar el tratamiento transdiagnóstico en grupo para el abordaje de problemas de ansiedad de D. Barlow, que se utiliza sin ir más lejos en el Servicio de Asistencia Psicológica Sanitaria de la UPSA con notable éxito; se trata de un programa que además ha permitido desarrollar varias Tesis Doctorales.
Esta es una reflexión importante y además coincide con el título de un excelente libro escrito por dos insignes psicólogos (Miguel Costa y Ernesto López), que animo a leer a mis alumnos: Los problemas psicológicos no son enfermedades. Ofrece una perspectiva crítica y radical, pero también razonable.
(P): ¿Qué recomendaciones le daría a un futuro alumno que quiera estudiar Psicología en la UPSA?
(R): Tener un interés genuino por la profesión, tratar de contactar durante el periodo de formación con personas y compañeros que te transmitan ese interés, preguntar, indagar, curiosear y apostar por una formación que te va a dar seguridad a la hora de ser un buen profesional; intentar siempre conectar lo que aprendes con la práctica, en la medida de los posible. En una palabra: entusiasmo.