Idoya Zorroza: "Aquello que nos hace más libres es la capacidad de pensar y proponer nuestros propios esquemas de valores”

No hace falta hablar durante horas con la profesora de la Facultad de Filosofía, Idoya Zorroza, para percibir el entusiasmo que trasmite cuando se le pregunta por cuestiones filosóficas, históricas, eclesiásticas o multiculturales, especialmente en lo que a vínculos con Iberoamérica se refiere. Tampoco hace falta mucho tiempo para ser conscientes de su búsqueda, a través del legado de los clásicos, de respuestas constantes a un mundo con la escala de valores cada vez más descompensada. La directora de los Institutos de Pensamiento Iberoamericano (IPI) y de Historia y Ciencias Eclesiásticas ‘Fray Luis de León’ (IHCE), aficionada a la novela negra, a los escritos de Tolkien, el ganchillo o la cocina, defiende la continua reflexión sobre la dignidad y la libertad de la persona en situaciones cotidianas del día a día y nos invita a indagar sobre la pseudolibertad de la que actualmente presumimos. Zorroza, navarra de nacimiento y de convicción, apuesta por mirar detenidamente las claves que nos ofrece el pasado para ayudar a entender con mayor detalle nuestro presente.

 

Pregunta (P): ¿Por qué la asignatura de Filosofía es un caballo de batalla en la ESO y en Bachillerato en las leyes aprobadas por los distintos Ministerios de Educación?

 

Respuesta (R): Primero, porque nos estamos dando cuenta que nuestros jóvenes no están preparados en cosas que son básicas como el sentido crítico, la capacidad de comprender a fondo un texto o analizar y darse cuenta de las ideas que están en los sucesos que viven y en las circunstancias en las que se mueven. Y esa capacidad crítica, uno la obtiene cuando se da cuenta, a través del estudio de la Filosofía, del recorrido racional con el que los distintos autores han intentado explicar sus épocas y de las ideas sobre el mundo, el yo, cómo conocemos, quiénes somos, cuál es el destino de la vida humana o qué es lo más propio y específico del vivir humano a diferencia de otras realidades. 

 

Entonces, cuando vemos que faltan este tipo de características en estudios superiores o incluso entre ciudadanos, echamos de menos una formación en Filosofía, Literatura, Arte, Historia, o el conocimiento de la Historia. Todas estas formas de entender nuestro pasado nos ayudan a entender nuestro presente y vemos que nuestros jóvenes no disponen de estas herramientas.

 

La discusión en torno a la Filosofía siempre ha girado en torno a que sea una asignatura obligatoria u optativa y, realmente, hay que darle una vuelta a la Educación en general pero, especialmente, en la formación de personas críticas y capaces de encontrar el sentido en lo que están haciendo.

 

Pregunta (P): El Ministerio de Ciencia e Innovación le ha concedido una ayuda para investigar sobre la dignidad y la libertad de la persona en Francisco de Vitoria. ¿Podemos trasladar este concepto a la actualidad?

 

(R): Se nos llena la boca con la noción de dignidad humana. Prácticamente, todas las constituciones y las cartas magnas internacionales empiezan declarando la dignidad humana y los derechos humanos y, sin embargo, es la gran ausente. Hoy en día, parece que estamos rodeados de empresas que quieren convertirnos en consumidores, es decir, en objetos al servicio de un beneficio económico para otros o quieren hacernos adictos a determinados productos -no necesariamente ilegales-, por ejemplo, a los juegos, a ver series, películas… A consumir. Y esto nos hace manipulables, es decir, es un atentado importante a esa capacidad de decidir por sí mismo, de ser gestor de su propia vida y de su propia existencia que tiene el ser humano. Y, lo que es peor, lo hacen abanderados con la palabra libertad: ¡Tú eres libre! ¿no? Entonces, esos espacios de libertad, con una libertad mal entendida, se convierten en espacios en los que somos incluso responsables de nuestra propia esclavitud, de someternos a que otros nos digan qué hacer, cómo vivir y a qué dedicar nuestro tiempo. Pero, sí, se nos llena la boca con  la palabra 'libertad', pero está vacía de contenido.

 

Además, estamos en una época muy extraña. Me contaba un alumno de Filosofía, que a su vez es profesor, aquí en España, que cuando pregunta a sus alumnos -jóvenes de 10 a 13 años- quién tiene más importancia o más valor ¿un ser humano o una mascota? Algunos se lo piensan e incluso gran parte de ellos contestan que la mascota. Nos estamos dando cuenta es que el apego afectivo que tenemos por un animal, que es todo gratuidad en el sentido de afectividad, nos pervierte el concepto de dignidad: vale más la vida de un niño que la de muchas mascotas, aunque hay que tratarlas con mucho respeto, que no significa humanizarlas.

 

Vemos que los valores están completamente descompensados. Por ejemplo, un asunto que estamos viviendo en estos últimos días: hay muchísimo interés en que los ciudadanos españoles nos polaricemos en ideologías y eso es quitarnos de raíz lo más valioso que tenemos como seres humanos que es la capacidad de expresar nuestras opiniones, de dialogar racionalmente y de llegar a puntos de encuentro. En el momento en el que una ideología me polariza, yo ya no pienso; otros piensan por mí y, lo que es peor, yo solamente me defiendo o ataco por impulsos emocionales: he dejado fuera aquello que me hace más libre, que es la capacidad de pensar y proponer mis propios esquemas de valores.   

 

(P): Ha hablado en varias ocasiones sobre la confluencia de la cultura ibérica y americana como una experiencia de encuentro entre los dos mundos ¿Qué nos une y nos separa de América Latina actualmente?

 

(R): Actualmente, tenemos una tradición compartida en la que tanto España como América Latina crecieron, se influyeron mutuamente y crearon algo que todavía persiste. De hecho, es como cuando, por primera vez llegas a un país de América Latina y descubres que estás en casa, con otras costumbres de todo tipo (comida, música, la forma de relacionarse, etc.), pero, en el fondo, es como si hubieras llegado a casa de una tía, a la que no ves desde hace mucho tiempo: es un sentido de familiaridad en la diferencia que se ha construido en muchos años de relaciones, de cercanía y, sobre todo, de compartir un idioma que adquiere coloridos distintos según donde estés, pero que es una vía de comunicación y de encuentro de primer orden. 

 

Además, compartimos, a pesar de las diferencias, una misma base: nos unimos en los siglos XV y XVI y, tanto España como América estaban configuradas por una idea del ser humano muy concreta y muy distinta de la que se forja en Inglaterra a partir del siglo XVII. Se trata de la idea de humanidad, de ser humano y de vida humana, que se ve en el Arte, en los espacios convivales y que, ahora mismo, es la aportación que podemos destacar también para nuestro siglo XXI. Sobre todo, porque intelectualmente parece que el modelo del hombre económico, individualista, que se mueve por beneficios económicos, está fracasando y es la ocasión de buscar modelos nuevos, que es, desde un punto de vista de los estudios, lo que estamos buscando. Cuando se habla de afianzar una ética para la Economía o la política en una ética o moral del ser humano, lo que están diciendo es aquello que ya en el siglo XVI se había propuesto y había quedado un poquito en el margen cuando las ideas liberales de Adam Smith, John Locke y Thomas Hobbes se pusieron encima de la mesa, es decir, compartir ese fondo común, pero al mismo tiempo poder desarrollarlo -como decía Ortega y Gasset-. 

 

¿Y qué nos separa? Al final, suelen ser intereses económicos y políticos que buscan marcar las diferencias para beneficio de otros porque ya sabe uno que “A río revuelto, ganancia de pescadores”.  Lo que nos separa es menos que lo que tenemos en común y suelen ser intereses mucho más precarios y privados. 

 

(P): Conocedora de Fray Luis de León, precursor del estudio de la Biblia en la Escuela de Salamanca, ¿Qué enseñanzas nos pueden servir hoy sobre lo que este teólogo propuso en el siglo XVI?

 

(R): Fray Luis de León era una persona multifacética. Escribió poemas, ensayos, comentarios a la Biblia y textos escolásticos, como Francisco de Vitoria o Domingo de Soto, -De los nombres de Cristo es un texto teológico precioso-, pero detrás de todos ellos había una idea unitaria: ser capaz de tener un mensaje claro y coherente que aúne distintas influencias (padres de la Iglesia, escolásticos medievales, autores humanistas y renacentistas y fuentes grecolatinas). Llevar todo eso para expresar una idea coherente es lo más valioso. Las circunstancias de la vida hacen que tengas que escribir bíblica o teología escolástica, pero ser capaz de aportar tu visión del mundo de una manera coherente y sintetizadora es realmente lo más difícil y lo más valioso.

 

(P): ¿Qué consejo le daría a un futuro alumno que quiera estudiar Filosofía en la UPSA?

 

(R): Que sea consciente que es una aventura muy gratificante porque supone, por un lado, aprender historia del pensamiento y otras muchas asignaturas filosóficas del currículo que revelan el esfuerzo de toda una tradición para intentar explicar qué es el mundo, el ser humano y para qué estamos aquí. Son herramientas intelectuales que adquirimos que nos permiten una mirada de mayor calado a nuestra realidad e incluso a nuestro proyecto de vida. Por otro lado, -y mucho más actual- es cómo se vive la vida humana para que sea auténticamente humana: esa capacidad de autoconocimiento y profundización. Esto es algo que ya tienes y por lo que te planteas estudiar Filosofía, pero se potencia porque adquieres muchas luces con las que esas reflexiones van adquiriendo más densidad, más poder, más claridad para ver las cosas con otra nitidez. 

 

IMG_8498.jpg